Historia real: consulta con un dietista

[Artículo actualizado el 19/09/2023]

Como dietista autónoma formada por el G.R.O.S. (Groupe de Réflexion sur l’Obésité et le Surpoids), comparto hoy con ustedes un extracto de una consulta que tuvo lugar en mi consulta. La paciente («P») se puso en contacto conmigo por teléfono y me dijo que tenía sobrepeso. Yo («T» de terapeuta) me reuní con ella por primera vez.

Antes de seguir leyendo

No soy una experta en este campo, pero me apasionan la nutrición y la salud.

Los artículos que encontrarás en mi sitio son el resultado de una investigación en profundidad que me gustaría compartir contigo. Sin embargo, me gustaría subrayar que no soy un profesional de la salud y que mis consejos no deben sustituir en ningún caso a los de un médico cualificado. Estoy aquí para orientarte, pero es importante que consultes a un profesional en caso de dudas específicas o preocupaciones médicas. Su bienestar es importante. Así que asegúrate de consultar a los especialistas adecuados y cuídate lo mejor posible.

Desarrollo de la cita

– P: «Hola, me gustaría perder unos diez kilos. Ya he probado a comer una manzana al día, he hecho dietas en ****, he suprimido el azúcar y las grasas, he comido al vapor, …. A veces funciona, pero al cabo de un tiempo vuelvo a engordar. Esta vez, quiero que dure y por eso me he comprado una báscula, estoy dispuesta a pesarlo todo, a ser más estricta, voy a aguantar y a no ceder, voy a seguir tus consejos al pie de la letra, dime lo que tengo que hacer.

– T: No hay duda, tienes una voluntad de hierro y tu motivación no necesita más pruebas. Pero ¿estás seguro de que el método es el adecuado para ti? Tú mismo dices que al cabo de un tiempo vuelves a tus viejos hábitos y que ahora estás en un peso superior al que tenías cuando empezaste, sin haber dejado nunca de querer adelgazar…

– P: Estoy de acuerdo, pero ¿cómo se hace?

– T: ¿Qué crees que te impide perder peso a largo plazo?

– P: ¡El azúcar! Soy adicta a él. Me resulta imposible prescindir de él…

– T: Entonces, ¿qué te parece si primero trabajamos las cantidades de otros alimentos, los que no son dulces? Comiéndolos en menor cantidad, tu peso empezará a bajar.

– P: Bueno, eso no puede funcionar, ¡es el azúcar lo que engorda!

– T: ¿Qué crees que engorda más: 100 calorías de azúcar o 100 calorías de brócoli?

– P: Obviamente, 100 calorías de azúcar me harán engordar más. El azúcar se almacena y no hace lo mismo por el cuerpo que el brócoli.

– T: ¿Se imagina que lo que le hace engordar es superar el número de calorías que necesita cada día, sea cual sea la fuente de la ingesta?

– P: Es difícil, no nos lo enseñan.

– T: ¿Lo que ha aprendido hasta ahora le ha ayudado a adelgazar?

– P: No, como he dicho antes, he engordado…

– T: ¿Es posible entonces que intentes ver las cosas de otra manera?

– P: Sí, puedo intentarlo.

– W: ¿Estás de acuerdo en que tanto un kilo de plumas como un kilo de plomo pesan un kilo?

– P: ¡Estoy de acuerdo!

– T: ¿Entonces 100 calorías de azúcar y 100 calorías de brócoli aportan 100 calorías al cuerpo y tienen el mismo efecto sobre el peso?

– P: Sí…

– T: Si mi necesidad energética es de 2000 calorías al día, cuando como 1000 calorías al día de bollería, adelgazo, y cuando como 3000 calorías de judías verdes, engordo …

– P: Visto así ….

– T: Muy a menudo, lo que impide a los pacientes que veo perder peso es pensar que hay alimentos buenos y malos. Comen más de lo necesario de los llamados alimentos «buenos» y se sienten culpables cuando comen los «malos». Pero eso no les impide dejar de comer los alimentos «malos», e incluso me atrevería a decir que, una vez que han empezado, comen más de lo que necesitan.

manger plus que nos besoins

– P: ¡Me identifico con lo que dices!

– T: Si hoy tienes sobrepeso, es porque a veces le has dado a tu cuerpo más calorías de las que necesitaba. Entonces reajustaremos gradualmente su ingesta a sus necesidades. Esto puede empezar por reducir las porciones de los alimentos que te resulte más fácil dejar. ¿Qué le parece?

– P: En ese caso, no voy a comer más verduras y sólo galletas. No se puede adelgazar si no se sigue una dieta equilibrada, ¿verdad? Es más, voy a tener carencias…

– T: En tu opinión, después de meses de desayunos, comidas y cenas a base de dulces, bollería y galletas de chocolate, ¿vas a querer una bandeja de mignardises o un plato variado y diversificado?

– P: Me van a dar asco los dulces que tanto me gustan. Entonces, ¿ese es el secreto? ¿Darme asco para no caer en la tentación?

– T: ¿Te imaginas, en cambio, permitirte comerlos, sentir placer al hacerlo, experimentar una verdadera satisfacción después de probarlos, dejar de temer las consecuencias para tu peso, para poder regular las cantidades de forma natural, sin restringirte y sin ponerte sistemáticamente en situación de fracaso?

– P: Hablas de hacer las paces con el azúcar en lugar de seguir luchando contra él, ¿es eso? ¿Realmente crees que eso me ayudará a adelgazar?

– T: Estoy convencido de ello, ¿y tú?

– P: ¡Sigo teniendo que parar cuando lo necesito! Pero, ¿cómo sé cuáles son mis necesidades? ¿Y cómo puedo respetarlas?

– T: En tu opinión, ¿cómo sabes si necesitas comer?

– P: ¡Mi estómago, el hambre!

– W: ¡Por supuesto!

– P: Pero es muy difícil dejar de comer cuando ya no tienes hambre. Soy muy glotona, ¿sabes? Sobre todo cuando los demás a mi alrededor siguen comiendo, o cuando sé que queda algo de tarta…

– T: ¿Crees que prohibiéndote comer siempre se solucionará el problema?

– P: Cuando no tengo ganas, es imposible. Pero sé que no debo picar. Es en esos momentos cuando me apetece más el azúcar.

– T: En esos momentos, ¿el azúcar te hace sentir mejor?

– P: En ese momento sí, pero después me siento culpable. Así que me prometo no volver a hacerlo.

– T: ¿Y funciona?

– P: La verdad es que no, es un círculo vicioso…

– T: ¿Se imagina entonces que cuanto menos se satisfagan estos antojos, más volverán?

– P: Sí, pero satisfacerlos es peligroso…

– T: Al principio sí, cambiar un hábito no es tan sencillo. Requiere tiempo. ¿Es ésta su prioridad ahora?

– P: ¡Sí, absolutamente!

– T: ¿Siente que puede hacerlo?

– P: Sí, creo que sí… «.