[Artículo actualizado el 19/09/2023]
Puede parecer sorprendente, dado lo arraigado que está en nuestros hábitos que perder peso sea sinónimo de privación, frustración y litros de sudor eliminados a base de sufrimiento. Perder peso consiste en escuchar a tu cuerpo y tus sensaciones al comer. Significa tomarse el tiempo necesario para conectar con uno mismo. Se trata de cuidarse.
¿Y cómo hacerlo?
Cuídate preparando tu plato
Esto no significa ir al mercado a toda costa, comprar verduras frescas, lavarlas, pelarlas, cortarlas…
Preparar tu plato significa asegurarte de que está lleno de alimentos que te gustan y que se complementan entre sí. Proteínas, féculas y verduras. Fruta, lácteos, buenos aceites… hierbas, especias… Sabores, colores, sencillez.
Equilibrar la dieta significa comer de todo, incluidos los alimentos ricos en almidón, en cada comida. Al menos en dos de cada tres comidas. En el desayuno y el almuerzo, para evitar el hambre al final del día. En cantidades moderadas. Pero ahí está la dificultad, en la moderación.
Cuidarse ante el plato
Moderar la alimentación no significa necesariamente reducir el tamaño del plato o de las raciones. Significa tomarte el tiempo necesario para comer despacio, para conectar contigo mismo y escuchar tus sensaciones. Escuchar el placer de comer y saciar el hambre, pero sobre todo escuchar la pequeña y muy discreta -demasiado discreta- señal de que estás lleno.
De hecho, nuestro cuerpo nos envía fuertes señales cuando se trata de alertas. Y a menudo, sólo sentimos la alerta de «demasiado lleno» cuando nuestro cuerpo grita ¡Basta! Y ya es demasiado tarde. Nos levantamos de la mesa pesados, sin energía. Cuando este fenómeno se repite, significa que en cada comida hemos comido más de lo que necesitábamos, por lo que, al final, los kilos de más se irán colando.
La sensación de saciedad llega 20 minutos después del 1er bocado, sea cual sea la cantidad ingerida. Cuanto más despacio comas, menos comerás en esos 20 minutos. Te asegurarás de levantarte de la mesa nutrido y lleno, pero sin comer en exceso, sin problemas digestivos y sin retortijones de hambre después de las comidas. Y poco a poco, esos kilos de más irán desapareciendo.
Comer de todo, para evitar carencias, pero también frustraciones. Darse un capricho con un postre dulce, sin azúcar falso ni 0%, aportará un placer mucho más satisfactorio que no comer postre alguno, o uno bajo en grasas, que tarde o temprano nos empujará a satisfacer ese antojo reprimido, a veces con una exigencia mucho mayor que el pequeño placer satisfecho inicialmente.
Darse un capricho de vez en cuando en una comida un poco demasiado rica, como una raclette con los amigos, no alterará nuestro equilibrio. Hacerlo de vez en cuando, en lugar de todos los días, hará que el placer sea más intenso, y darse el gusto evitará que un día abandones porque te sientes frustrado.
Cuidarse y cuidar el cuerpo
Apuntarse a un gimnasio y sufrir en las máquinas o en clases que no te gustan, con la única esperanza de perder peso, sin placer y sólo a través del sufrimiento, sólo aligerará tu cuenta bancaria. Una vez hechos los buenos propósitos, si el placer no existe, tampoco existirá la regularidad indispensable para obtener efectos a largo plazo.
La actividad física es tan necesaria para el cuerpo como para la mente. Porque sí, mover el cuerpo por placer te hace feliz, y más delgado al cabo de un tiempo. Pero es el placer lo que debes buscar, encontrando la actividad que te conviene, mucho antes que el resultado. Los resultados pueden ser irregulares, a veces la pérdida de peso puede estancarse, y si ésa es nuestra única motivación, desaparece.
Encuentra el placer de moverte solo o con amigos. Bailar, caminar, hacer yoga, jugar al tenis, montar en bicicleta, montar a caballo, nadar, practicar kárate, pasear al perro alrededor de la manzana… tómate tu tiempo para pensar qué te haría sentir bien y luego tómate este tiempo para la actividad física como un momento para ti, un momento que te permites y no una limitación que te impones.
Aprovecha para escuchar música o un podcast interesante que no habrías tenido tiempo de escuchar si no te hubieras permitido este momento. Tómate tu tiempo para contemplar el paso de las estaciones mientras paseas al aire libre y redescubres tu barrio. Aprovecha para reunirte con un grupo o un amigo que haría lo mismo si no lo estuviera haciendo solo… Tómate una hora fuera del estrés del trabajo o de casa para conectar mejor contigo mismo.
Cuida tu autoestima
Perder esos kilos tan indeseados que pueden poner en riesgo nuestra salud es un objetivo ineludible, una necesidad.
Pero ponerse metas demasiado altas, intentar caber en una talla 36 cuando tu cuerpo está cortado naturalmente para una talla 40, pondrá en peligro tu equilibrio metabólico y tu autoestima. Porque fijarse un objetivo demasiado alto no es un objetivo en absoluto, es una trampa. Tarde o temprano, el fracaso es inevitable, lo que se traduce en una pérdida de confianza en uno mismo y en un desequilibrio metabólico.
Aceptar tu cuerpo, con todos los defectos que lo hacen único y no sólo estereotipado para parecerse a una imagen impuesta, es también una forma de cuidarte y alcanzar tu peso natural.
Cuidarte significa encontrar y aceptar tu peso saludable. El que es menos difícil de alcanzar y mantener, nuestro peso natural.
Nuestro cuerpo, sea cual sea su edad o aspecto, es nuestro hogar. El único hogar en el que viviremos el resto de nuestras vidas.
Cuidémoslo por lo que es y por los innumerables servicios que nos presta. Hagamos los esfuerzos necesarios para mantenerla en el mejor estado de salud posible, sin maltratarla subalimentándola o sobrealimentándola, agotándola para adelgazarla u olvidándola doblada en 4 sobre un sofá, un coche o un escritorio.
Alimentémosla tan bien como podamos, movámosla tanto como podamos, ¡y ella nos devolverá el favor con energía y salud renovadas!